Por Paula Maher Martin, Gale Ambassador en la Universidad NUI Galway
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Como “un miembro de la ‘Generación perdida’ o una encarnación de juventud y belleza (condenada a desvanecerse)”, así retrató a Francis Scott Fitzgerald el The Times Literary Supplement en 1958. Consolidado como una figura mítica a lo largo del siglo XX, su escritura se sobrepuso con su personaje y reverberó con espumoso champán y caricias de jazz: la dulce indolencia de los años 20. Su primera novela A este lado del paraíso, publicada en 1920, pronto se convirtió en un best-seller. De acuerdo a The Times, en 1921 Fitzgerald ya había vendido 75,000 copias de su opera prima.
En esta obra, teñida de una delicada nostalgia que intensifica su universalidad, Fitzgerald erige en su protagonista, Amory Blaine, un monumento a “la juventud o la belleza (condenadas a desaparecer)”. La historia relata su camino del sólo ‘existir’ al ‘ser’: su constitución como un individuo refinado. Fitzgerald parte de la receptividad del chico a la belleza, el amor y la verdad y le esculpe hacia la realización, definida en gran medida por su acceso a la enseñanza superior. En Amory, Fitzgerald cristaliza su construcción antropológica del adolescente: una criatura de exuberante sensibilidad e individualidad, un ser de refracción caleidoscópica que se despliega en un millar de ideales y abstracciones “con un potencial infinito para el bien o el mal” [1]. El joven ególatra se cree destinado a “alcanzar una indefinida cumbre”[2] por medio de su innata y superior voluntad, elevándose por encima de sus congéneres e instrumental para el movimiento del universo.
La llegada de Amory a Princeton está marcada por su “devoción profunda y reverente”[3] por la institución, por un sentimiento de comunidad, de experiencia colectiva, de participación en la sabiduría que transpira su arquitectura Gótica. Amory, tal como un caballero descrito en The Illustrated London News en 1903, se imaginaba a sí mismo como el heredero de todas las tradiciones académicas.
Por otro lado, Princeton es caracterizada como un hogar de causas perdidas y lealtades imposibles. Los bocetos contemporáneos de la vida universitaria en la prensa expresan confianza en la nueva generación para sanar a un mundo fracturado por la Gran Guerra. La universidad americana, en consonancia con este retrato de Oxford en 1958, encarna un espíritu idealista, asociado en otros aspectos de la vida estudiantil con un potencial regenerativo, una respuesta amplia a las necesidades de Inglaterra, desencadenada por el generoso cuestionamiento de las convenciones sociales por parte de sus alumnos.
El debut de Amory en la sociedad académica llena su mente de nuevas ambiciones, la esperanza de convertirse en “uno de los dioses de la clase”[4] . Comienza a interpretar con suntuosidad una variedad de poses que cree originarán su ascenso social, rondando clubs y campos de fútbol; absorto, como muchos de sus compañeros de primer año en comenzar a aprender […] los misterios del protocolo universitario. Un divertido corresponsal universitario informa que, en 1913, en Cambridge ya no es necesaria la delicada armonía entre los calcetines y la corbata, una sátira sutil a la preocupación del estudiante que se diseña una apariencia interesante a fin de consolidar su sentido de pertenencia.
Al interpretar una individualidad difusa, Amory quiebra su sentido de sí mismo. Deambulando por este camino como estudiante, comienza a ser atormentado por el temor a la mediocridad y por la duda: “No puedo ir a la deriva, necesito interesarme por algo. Necesito mover hilos […] necesito ser admirado”[5] . Asociarse con hombres de todos los matices y variedades de opinión, esforzados conscientemente por superarse y florecer como individuos, ─el mayor beneficio de asistir a la Universidad, según señalaron los miembros de la comunidad académica de Oxford entrevistados para The Times en 1928─, le despertó de su pasividad narcisista “donde solo se percataba de su propia inconsecuencia, el esfuerzo lo haría consciente de su propia impotencia e insuficiencia”[6]. Así, reconoce la necesidad de una ‘lucha personal’ en oposición a la pereza arrogante en su conquista de la gloria, la inmortalidad y la felicidad.
Princeton lleva a Amory a superar su personalidad, un frágil espejismo de sí mismo, para vivir y expresar su verdadera individualidad de manera consistente, hallando integridad en el autoconocimiento, verdadera libertad en la sabiduría y convirtiéndose en un “personaje”, que afirma su ser por medio de sus acciones, en comunidad “trascendiendo de alguna manera y no eludiendo mi egoísmo, podré sembrar en mi vida estabilidad y equilibrio”.[7] En consecuencia, Princeton es pintado en la novela como un terreno para el adiestramiento imperial del carácter y el intelecto y Fitzgerald parece subrayar el papel que las viejas universidades aún son capaces de desempeñar en la vida de la nación, palabras utilizadas por el Canciller de Oxford en 1910 para justificar el objetivo de las recientes reformas, como informa un corresponsal universitario para The Times. Para Amory, la universidad representa, además, el renacimiento de la “responsabilidad y el amor por la vida, la débil agitación de viejas ambiciones y sueños no realizados”. Después de años de vagabundeo ególatra, reaviva en Princeton la esperanza de alcanzar el pináculo de su individualidad: se convierte en un “personaje”, preparado para vivir en y para la sociedad.
[1] Fitzgerald, Francis Scott. This Side of Paradise & The Beautiful and the Damned. 1920-1922. Ed. Lionel Kelly. Wordsworth Editions Ltd., 2011, p.55
[2] Ibid., p.55
[3] Ibid., p.83
[4] Ibid., p.75
[5] Ibid., p.78
[6] Ibid., p.74
[7] Ibid., p.260
[8] Ibid., p.261
Cita de la imagen de portada de blog: Equipo de remo, Cambridge 1911. “The Coronation Year University Crews: The Cambridge Eight.” Illustrated London News, 1 Apr. 1911, p. 471. The Illustrated London News Historical Archive, 1842-2003, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5Qi4X3. Accessed 31 Oct. 2017.
BIBLIOGRAPHY
“An Unacademic Interlude.” Illustrated London News, 22 Aug. 1903, p. 282. The Illustrated London News Historical Archive, 1842-2003, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5RQbP4. Accessed 1 Nov. 2017.
“Et Tu Brute.” Times, 20 Oct. 1954, p. 9. The Times Digital Archive, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5QZiv3. Accessed 30 Oct. 2017.
Fitzgerald, Francis Scott. This Side of Paradise & The Beautiful and the Damned. 1920-1922. Wordsworth Editions Ltd., 2011.
Heppenstall, J. Rayner, and R. Heppenstall. “The Beautiful Rich.” The Times Literary Supplement, 17 Oct. 1958, p. 592. Times Literary Supplement Historical Archive, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5QZj97. Accessed 30 Oct. 2017.
University Correspondent. “Cambridge At The Beginning Of The May Term.” Times, 14 Apr. 1913, p. 3. The Times Digital Archive, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5QaLK1. Accessed 30 Oct. 2017.
University Correspondent. “Oxford University.” Times, 29 Aug. 1910, p. 8. The Times Digital Archive, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5QZx36. Accessed 30 Oct. 2017.
University Correspondent. “Summer Term At Oxford.” Times, 30 Apr. 1928, p. 21. The Times Digital Archive, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5QaJb1. Accessed 30 Oct. 2017.
University Correspondent. “University News.” Times, 22 Mar. 1928, p. 21. The Times Digital Archive, tinyurl.galegroup.com/tinyurl/5Qa8Z7. Accessed 30 Oct. 2017.